El grupo CERSE nació en el año 1989 como respuesta a un pedido de apoyo a una escuelita rural de la región de Loreto, en la provincia de Santiago del Estero. Con el tiempo esa única escuela se transformó en muchas más… en siete, nueve y más escuelas rurales y postas sanitarias, repartidas en las localidades santiagueñas de Choya, Frías, Forres –entre otras– y en Londres y El Shincal, en Catamarca.

Desde el primer momento el grupo se constituyó y basó su conformación en una premisa tan simple y compleja como es la solidaridad, sostenida por la totalidad de la comunidad escolar. Padres, alumnos, docentes, personal administrativo y de maestranza participan de manera comprometida, dándole así carácter de proyecto institucional.

Enmarcada dentro de los principios que guían la misión del Instituto Ballester y con una visión que refuerza y fomenta el respeto, la formación integral a través de actitudes y acciones de solidaridad, el desarrollo de la sensibilidad y el compromiso, el CERSE convoca año tras año alumnos de todas las edades.

Qué hace el CERSE

El grupo tiene como objetivo mejorar la situación de una o más escuelas de la región necesitada, comprendiendo a la población escolar y su comunidad. Muchas veces son necesidades didácticas, otras veces edilicias, otras de recursos básicos, o todas ellas juntas.

A lo largo del año se invita a la comunidad de nuestro colegio a acercar donaciones, que luego se clasifican. También se realizan eventos para recaudar fondos, destinados a las necesidades prioritarias de cada escuela y a cubrir los gastos del viaje, que se concreta en la segunda mitad del año.

El viaje y la estadía en la escuela, donde nuestros alumnos realizan las más variadas actividades –desde pintar y reacondicionar paredes, pizarrones y muebles escolares o instalar artefactos eléctricos hasta enseñar en talleres para los niños de la comunidad, distribuir las donaciones y compartir con el otro–, enriquece y reafirma valores fundamentales para la formación de nuestros alumnos como personas de bien.

Es importante acompañar este proceso solidario de los chicos con una mirada reflexiva y de concientización sobre su actuar y sobre el propósito de su participación. Para ello planificamos múltiples actividades, como charlas con personas involucradas en ONGs o diversos talleres: de reciclaje, para enseñar y transmitir; de teatro, para entender el arte como un espacio de expresión, participación y contención para la juventud; de reparación de bicicletas y donaciones; de organización y planificación de los eventos que se llevan a cabo. Esas actividades se intercalan con la clasificación de donaciones y momentos de puestas en común para compartir ideas, observar y reflexionar sobre nuestro propósito.

Porque el propósito primero y más visible de nuestro proyecto –mejorar la realidad circunstancial del otro– es solo una parte del proceso que los chicos transitan. El segundo objetivo es el proceso individual en cada alumno: su compromiso personal, su enriquecimiento y crecimiento en habilidades y valores éticos.