es ex alumna del Instituto Ballester Deutsche Schule. En 1982, año en que se recibió, fue abanderada del colegio. Estudió Farmacia –carrera que siempre le apasionó– en la Universidad de Buenos Aires, y luego la vida la llevó a radicarse en Alemania. Sin embargo, nunca dejó de visitar a su familia y amigos en la Argentina, donde hoy desarrolla un proyecto social maravilloso.

Invitamos a Karin a compartir con nosotros su valiosa experiencia y su desarrollo profesional.

Una vez recibido tu título secundario continuaste tus estudios en la UBA, ¿qué recuerdos tenés del paso de alumna de un colegio privado a estudiante universitaria?
Estudié Farmacia y tanto el ingreso a la Facultad de Farmacia y Bioquímica –en ese momento no había CBC sino que todavía se rendía examen de ingreso– como la carrera misma me resultaron mucho más fáciles que a muchos de mis compañeros de estudio: nos recibimos con un muy buen nivel en el Instituto Ballester. Pocos estudiantes terminan la
carrera en el tiempo establecido, en general se demoran uno o dos años más hasta recibirse. Pude recibirme a los veintidós años y eso también fue gracias a la excelente base de conocimientos que traía del colegio.

¿Cuándo descubriste tu pasión por tu carrera?
Por parte del colegio se había organizado la posibilidad de que los alumnos realizaran pasantías de uno o dos meses en algunas empresas antes de empezar el último año de la secundaria. Entre diciembre de 1981 y enero de 1982 estuve en la División Farmacia de Bayer Argentina, ¡lo que fue ideal! Esas semanas en la industria me dejaron claro
que me interesaban los medicamentos en todos sus aspectos: desde la producción y el control de calidad hasta su correcta entrega, así como el asesoramiento y acompañamiento del paciente.

¿Cómo se desarrolló tu camino profesional?
Después de recibirme trabajé un año en control de calidad en Merck, en Buenos Aires. Por la compleja situación económica y laboral –estoy hablando de 1988, la crisis de 1989 se veía venir– decidí irme a Alemania por unos años. Llegué a Munich en octubre de 1988 y por motivos personales al final me quedé allá. Desde el momento en que llegué me preocupé por el reconocimiento del título argentino: para poder obtener el título alemán en ese
momento tuve que rendir los exámenes correspondientes a los tres últimos años de la carrera y trabajar en una farmacia durante seis meses como mínimo. No fue fácil, pero logré hacerlo y así tener los dos títulos: el argentino y el alemán. Durante unos veinte años trabajé en registro de medicamentos y unos diez paralelamente en farmacia, como
Directora Técnica. Cuando surgió el proyecto en Buenos Aires dejé la farmacia y empecé a trabajar como voluntaria para Farmacéuticos Sin Fronteras. Después de nueve años de voluntariado –ya con más de cien horas por mes– pasé a un puesto de trabajo pago de tiempo parcial. ¡Sigo siendo más que nada voluntaria!

Actualmente sos miembro de la Asociación Farmacéuticos sin Fronteras. ¿Cómo surgió esta oportunidad?
Soy Directora de Proyectos Argentina de Farmacéuticos Sin Fronteras Alemania. La organización se creó en el año 2000, y me integré en ese momento. A principios de 2002, por la crisis económica que atravesaba el país, llegó un pedido de ayuda de Buenos Aires a Alemania: la solicitud se hizo a Berlín, que es ciudad hermana de Buenos Aires, y
llegó a FSF Alemania porque incluía el pedido de donaciones de medicamentos. En mayo de 2002 empecé a trabajar en barrios carenciados –las “villas miseria”– y desde entonces me involucré cada vez más en los proyectos. Después de firmar un convenio armamos una farmacia en un centro de salud público, en la que trabajan colegas voluntarias. La medicación se entrega en el lugar a pacientes con historia clínica, y se los acompaña con los medicamentos requeridos pero también con planes de medicación (qué tomó, cuándo y junto con qué otro medicamento; antes, después o alejado de una comida…), con talleres sobre temas de salud y con trabajo de prevención, siempre en
cooperación con el personal del centro de salud. Además se sale al barrio a trabajar en jardines de infantes, escuelas y a visitar a las familias del área de referencia.

¿Cuáles son los factores fundamentales para el éxito como profesional?
Depende de lo que se considere “éxito”… Para mí es exitoso si logro trabajar en algo que me apasione, algo para lo que me levanto con ganas todos –o casi todos– los días. Para mí por eso un factor fundamental es el compromiso con el trabajo, buscar dar lo mejor de una misma por propia iniciativa. Hacer bien y con cariño –por motivación interna– lo que se elige como profesión y trabajo.

¿Qué recomendaciones les darías a los alumnos del Instituto Ballester?
Que aprovechen las oportunidades que tienen, las posibilidades que se les brindan en el colegio. Que sean conscientes de que tener una buena primaria, un buen secundario, acceso a tres idiomas es algo fundamental para su futuro y una ventaja impresionante.
En mi trabajo en barrios carenciados veo a muchos chicos que, pese a tener muchas capacidades, no tienen acceso a una buena educación y van a tener que cargar toda su vida con muchas dificultades.

¡Muchísimas gracias por compartir tus vivencias con nosotros!

Marianne Kramer
Desarrollo Institucional y Marketing