Miguel Marioni es ex alumno del Instituto Ballester Deutsche Schule. En 1989 se recibió como Bachiller Bilingüe Modalizado con especialidad en Físico-Matemática. Estudió Física, la carrera que siempre le fascinó, y realizó su tesis de doctorado sobre aleaciones ferromagnéticas con memoria de forma. Luego recibió la oportunidad de aplicar sus conocimientos en distintos lugares del mundo. Su familia y muchos amigos siempre lo han apoyado desde la Argentina. En esta oportunidad lo hemos invitado a compartir con nosotros su valiosa experiencia y su desarrollo profesional.

¿En qué universidad estudiaste? ¿Qué recuerdos tenés del paso de alumno de un colegio privado bilingüe a estudiante universitario?

Estudié Física en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, pero mi primera impresión del pasaje del Instituto a la universidad la tuve cuando fui a rendir las materias de UBA XXI, un programa que permitía acortar el tiempo de cursada del Ciclo Básico Común (CBC) para acceder a la carrera. Me llamó la atención negativamente la cantidad de actividad política en la UBA, y depender de burócratas de buena voluntad para encontrar el camino entre tantos requerimientos y tanta gente –todo muy distinto del IB–, y tuve que acostumbrarme. Pero la parte académica del paso a la universidad no fue complicada.

¿Cuándo descubriste tu pasión por tu carrera?

Mi vocación por la física se fue afianzando durante la carrera universitaria. Pero una clara fascinación por las ciencias me vino principalmente a través de mi padre, y luego de los profesores que tuve en la Primaria y la Secundaria. De la Primaria fueron muy importantes dos maestras de alemán y ciencias; en la Secundaria, los profesores –tanto alemanes como argentinos– de física, química y biología, que estaban muy comprometidos con su trabajo y eran muy capaces.

¿Cómo se desarrolló tu camino profesional?

Cuando estaba terminando mi tesis de licenciatura obtuve una beca en la Fundación Latinoamericana de Soldadura, que hacía un excelente trabajo en conjunto con la industria siderúrgica. Aquella era una de las pocas maneras de mantenerme cerca de la investigación aplicada en la Argentina. Ahí, y en un posterior empleo en el grupo Techint, me interesé por la ciencia de materiales. Fue así que decidí volver a la universidad para estudiar el tema en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), en los Estados Unidos. Después me ofrecieron un trabajo interesante en Suiza, que resultó más variado y permanente de lo que pensaba inicialmente.

Actualmente te desempeñás en Empa, Swiss Federal Laboratories for Materials Science and Technology. ¿Cómo surgió esta oportunidad?

Potencialmente, el trabajo de doctorado que hice tenía varias aplicaciones, pero en los Estados Unidos el empuje venía del lado de las aplicaciones militares. En Suiza había otras posibilidades en el ámbito de la salud, que conocí a través de uno de los varios científicos que nos visitaban en MIT, y la aproveché. Pero también me fui involucrando en otros temas, que me permitieron afianzar mi posición en Empa.

En tu opinión, ¿cuáles son los factores fundamentales para el éxito como profesional?

Creo que la idoneidad es fundamental para un buen desempeño profesional, y tenerla generalmente requiere esfuerzo y cierta tenacidad, que son entonces cualidades útiles. Pero para alcanzar el éxito es necesario, además, tener y aprovechar oportunidades. Ese componente es más difícil de controlar. Por mi experiencia, ayuda el contacto con gente de diversa experiencia y bagaje cultural, y mantener un panorama amplio.

¿Qué recomendaciones les darías a los alumnos del Instituto Ballester?

Pienso que lo que se aprende temprano aumenta la capacidad de aprendizaje más tarde. Así que el que no se tiene que esforzar en el Instituto Ballester es porque está desaprovechando potencial y ventaja competitiva. Yo diría a los alumnos que traten de entender todo, y sacar ventaja del entorno y los recursos que les ofrece el Instituto. Con esto apunto a lo anterior, en el sentido de que ser idóneo para el trabajo que uno quiere hacer requiere esfuerzo de aprendizaje.
Y en cuanto al contacto con gente diversa y de amplia gama de intereses, me resultaron importantes dos aspectos de la oferta académica del Instituto. Primeramente: los idiomas. El inglés es indispensable, y yo tuve una excelente profesora de inglés. Pero incluso en los Estados Unidos me sirvió muchísimo el alemán para conectarme con gente y empresas centradas en Europa, a las que de otro modo no hubiese accedido. Los otros idiomas también sirvieron, obviamente el español para lo que tiene que ver con América Latina… Y en segundo lugar quiero mencionar la experiencia temprana de trabajo en una empresa, posibilidad que el Instituto ofrecía a través de pasantías de verano cuando yo estaba en 5º y 6º Año de la Secundaria.

¡Muchísimas gracias por compartir tus vivencias con nosotros!

Marianne Kramer
Desarrollo Institucional y Marketing